Ser emprendedor en estos tiempos que nos ha tocado vivir tiene sus desafíos particulares, como ocurre en cada época. Nunca fue fácil, pero actualmente la competencia es global y los márgenes de error son bastante escasos. Estancarse es, para la mayoría de las empresas, morir lentamente.
Ahora se trata, entre otras cosas, de no quedarse atrás tecnológicamente hablando. Hubo un tiempo en el que había más margen en ese sentido; ahora ya no. El caso de la TDM es un buen ejemplo de ello, y es de lo que vamos a hablarte en este texto: te explicamos qué es, por qué se ha quedado anticuada y cuáles son las alternativas.
La edad de oro de la tecnología TDM
Las siglas TDM corresponden a time-division multiplexing, o sea, multiplexación por división de tiempo. Es una forma bastante retorcida de referirse a una técnica para combinar dos o más señales y transmitirlas a través de un único medio de transmisión. Básicamente, se trata de que un solo canal puede ser empleado por varios mensajes a la vez mediante un “cacharro” llamado, como era de esperar, multiplexor (bueno, dos, uno a cada lado).
Hay muchos tipos de multiplexación (estadística, por frecuencia o por onda, por código), pero en el caso de la TDM los datos de cada mensaje se dividen en pequeños fragmentos que se transmiten de forma sucesiva y sincronizada. La idea data nada menos que de los años setenta del siglo XIX, y se empleó con éxito en varias líneas telegráficas.
Pero la edad de oro de la TDM llegó con la primera telefonía móvil, cuando protocolos estándar como el popularísimo GSM (el del 2G) se basaban en ella. Para ser más exactos, cuando varios usuarios tienen acceso a un medio común ese acceso se regula con un protocolo llamado TDMA. Dicho modelo fue predominante hasta la llegada del 3G, ya bien entrado el siglo XXI.
Lo cierto es que fue un sistema que optimizaba el uso de los medios de transmisión, y que se sigue (y seguirá) empleando en muchos estándares de transmisión de datos. Pero no en telefonía, ya no.
¿Cuál es el problema?
El sistema TDM es de una eficacia constatada y la calidad en el envío de datos (en el caso que nos ocupa, el sonido telefónico) es buena. Entonces, ¿dónde está el problema? Pues hay varios (que os vamos a mostrar), pero que se resumen en uno: hay una tecnología superior, llamada telefonía VoIP.
La tecnología VoIP no es más (ni menos) que la transmisión de voz por internet. Para el usuario es más económica que la TDM; pero también lo es para el proveedor, que emplea el protocolo de internet para enrutar las llamadas y no requiere una infraestructura específica, porque la red de cable de fibra óptica permite transmitir todo tipo de datos digitales (voz y otros).
Por la misma razón, los servicios no están físicamente anclados. Es decir, la telefonía tradicional está sujeta a un lugar específico: si tu teléfono está en tal ciudad, tiene el prefijo de tal ciudad y los costes y los límites tradicionales. Con la telefonía por internet todo eso cambia, y puedes tener una PBX IP o una centralita virtual con números conectados de las cuatro esquinas del mundo.
Las capacidades de estas nuevas centralitas también superan a las tradicionales que se basan en TDMA en su escalabilidad. Esto significa que la cantidad de terminales que pueden conectarse a una centralita es incomparablemente más fácil de variar cuando esta funciona con tecnología VoIP. Esto ofrece ventajas muy considerables a las empresas.
El hecho es que las redes RDSI, que sostenían la telefonía analógica tradicional, están en trance de desaparecer. Es la puntilla final para el TDM en sus aplicaciones telefónicas y su plena sustitución por unas comunicaciones de empresa y personales basadas puramente en la VoIP.
¿Y qué hacemos ahora?
La pura verdad es que a largo plazo no hay demasiada alternativa: se impone migrar nuestros servicios de telecomunicaciones de empresa a esta nueva tecnología. La única excepción podrían ser casos en los que la fiabilidad de la red es crítica y no podemos permitirnos “quedarnos sin internet”. Para esos pocos casos existen soluciones híbridas o redes alternativas.
El salto a la nueva generación de telefonía IP requiere ciertos cambios y adaptaciones. En cuanto a la centralita, podemos optar por instalar una nueva centralita IP o bien contratar un servicio de centralita en la nube. En cuanto a los terminales, tendremos que hacernos con los llamados teléfonos IP; en ambos casos, la inversión queda compensada por las enormes nuevas funcionalidades de las que dispondremos.
La buena noticia es (bueno, son, porque hay varias) que podrás olvidarte, en gran medida, de costosos mantenimientos, de adquirir dispositivos periféricos exclusivos (compatibles únicamente con la marca de tu centralita), de contratos leoninos con proveedores de telefonía tradicional, de quedarte corto (o largo) de líneas, de tener que estar “traduciendo” los datos telefónicos para integrarlos en tu software de empresa…
Como suele ocurrir siempre que nos vemos enfrentados a una circunstancia parecida, te recomendamos respirar hondo tres o cuatro veces, consultar con especialistas, pedir varios presupuestos y… ¡lanzarte al ruedo!
Siempre mirando hacia delante y con la cabeza alta
El salto desde la telefonía analógica a la telefonía IP podría compararse al salto desde la máquina de escribir al ordenador portátil. En general, para casi cualquier empresa, no pasa de ser una herramienta para hacer su trabajo; pero una herramienta indispensable, y con un potencial tremendo.